miércoles, 28 de marzo de 2012

RESULTADOS DE UNA REVOLUCION AGRICOLA SOSTENIBLE

Para que la revolución tecnológica tenga éxito, el Estudio encuentra que ésta deberá ocurrir en un plazo de tiempo corto dadas las crecientes presiones sobre la ecología. Para inducir el desarrollo y adaptación de nueva tecnología, el Estudio sostiene que los gobiernos deberán jugar un papel central, tanto a nivel nacional como a través de una mayor cooperación internacional.
Mantener el status quo no es opción; aun si paresemos los motores del crecimiento ahora, la degradación de los recursos naturales y la contaminación ambiental continuarían debido a los métodos de producción y hábitos de consumo existentes. Sin una mejora drástica en el desarrollo y difusión de tecnología ecológica, no será posible revertir la destrucción actual de la ecología y el medio ambiente y asegurar un nivel de vida decente para toda la humanidad, hoy y en el futuro.

La transformación a energía ecológica


Es urgente una transformación de fondo de las fuentes de energía a nivel global para prevenir una catástrofe planetaria. Es necesario acelerar la adopción de la tecnología ecológica existente y el desarrollo de nueva tecnología para mejorar la eficiencia en la producción y uso de energía esto a fin de hacer un uso más sostenible de los recursos naturales y minimizar la emisión de gases contaminantes. Actualmente 90 por ciento de la energía se produce con tecnología contaminante que utiliza combustible proveniente de fósiles, responsable del 60 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono. El Estudio señala que reducir el uso de energía y la emisión de gases de efecto invernadero, requiere cambios drásticos en los patrones de consumo, en los sistemas de transporte, en la construcción de vivienda e infraestructura y en los sistemas de agua y saneamiento.





PERSPECTIVAS



En lo que concierne a las perspectivas de futuro, lo primero que hay que plantearse es si con la puesta en valor de nuevas tierras de cultivo, la extensión de la revolución agrícola y el desarrollo de formas ambiental y económicamente sostenibles de agricultura con un gran valor añadido, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, será posible técnicamente aumentar la producción mundial de alimentos para satisfacer las necesidades, en cantidad y calidad, de la población humana mucho más numerosa de los decenios futuros.
La segunda cuestión es si estos acontecimientos que se producirán en la esfera de la agricultura tendrán lugar en unas condiciones económicas y sociales que permitan finalmente a los sectores de población más desfavorecidos acceder a alimentos suficientes.
Tras un proceso de modernización que se prolonga desde hace 50 años, la producción agrícola mundial es más que suficiente para alimentar adecuadamente a 6 000 millones de seres humanos. La producción de cereales por sí sola, que ascienden a unos 2 000 millones de toneladas o 330 kg por persona y año, y que representan 3 600 kcal por persona y día, podría cubrir ampliamente las necesidades energéticas de toda la población si estuviera bien distribuida20. Sin embargo, la disponibilidad de cereales varía muy notablemente de unos a otros países: es de más de 600 kg por persona y año en los países desarrollados, donde se utiliza en su mayor parte como pienso, pero se reduce a menos de 200 kg por persona y año en los países más pobres. Además, dentro de cada país, el acceso a los alimentos o los medios para producirlos es muy desigual. Por ello, hay segmentos importantes de población que carecen en muchos países de los alimentos necesarios. Por otra parte, como ya se ha señalado, la mayor parte de los 830 millones de personas que sufren de subnutrición crónica pertenecen a la comunidad agrícola pobre.

La seguridad alimentaria mundial está determinada por los métodos de producción de los agricultores pobres y por el poder adquisitivo de los consumidores de escasos recursos.


Por consiguiente, el problema de la seguridad alimentaria mundial no es a corto plazo un problema técnico, ambiental o demográfico, sino ante todo un problema de carencia de medios de producción por los campesinos más pobres del mundo, que no pueden satisfacer sus necesidades de alimentos. Estriba también, por tanto, en la falta de poder adquisitivo de otros consumidores pobres de las zonas rurales y urbanas pobres, en tanto en cuanto la pobreza de los no agricultores es consecuencia también de la pobreza rural y de la emigración desde las zonas agrícolas.
La transición demográfica (es decir, la disminución de la fecundidad y, por tanto, del crecimiento demográfico) que se inició hace largo tiempo en los países desarrollados y que está tomando cuerpo en los países en desarrollo, ha llevado a muchos demógrafos a predecir que la población mundial alcanzará unos 10 000 millones de habitantes en 2050 y se estabilizará en torno a los 12 000 millones en la segunda mitad del siglo XXI, esto es, el doble de la que existe en el año 2000. Los expertos consideran que habrá que triplicar la producción21 para poder eliminar el hambre y la malnutrición y alimentar adecuadamente a una población que habrá duplicado su tamaño, más vigorosa y de mayor edad.
Cabe preguntarse, pues, si las necesidades de la humanidad superan la capacidad de nuestro planeta desde el punto de vista de los recursos de tierras y aguas. En efecto, muchas regiones ya están totalmente explotadas y en algunos casos peligrosamente sobreexplotadas y degradadas (erosión, disminución de la fertilidad orgánica, contaminación, etc.).
Al mismo tiempo, hay muchas regiones con un importante potencial que no están explotadas o se encuentran infrautilizadas. Los datos de la FAO indican que no sería difícil ampliar notablemente la agricultura de secano y de regadío en varias regiones sin perjudicar al medio ambiente, especialmente mediante una utilización adecuada de la tierra22.
Además, la revolución agrícola actual todavía puede producir altos rendimientos en muchas regiones, aunque desde luego es necesario corregir sus excesos. Se puede extender a nuevas tierras en los países en desarrollo y puede incluso poner en cultivo tierra abandonada en los países desarrollados (terrenos montañosos y pedregosos) a condición de que se diversifiquen y adapten sus recursos biológicos y mecánicos. También la revolución verde en su forma clásica puede conseguir todavía progresos importantes en lo que respecta a los rendimientos y la superficie en regiones donde ya se ha desarrollado.

Una nueva revolución verde debería extenderse a las regiones y los agricultores de escasos recursos, y a especies y variedades «huérfanas» que anteriormente se dejaron de lado.


Se podría iniciar una segunda revolución verde en todas las regiones olvidadas hasta ahora, incluso las más desfavorecidas, siempre que se lleve a cabo un estudio pormenorizado de los sistemas agrícolas, las experiencias, los activos, las limitaciones y las necesidades de los agricultores de esas regiones de escasos recursos, que sirva como base para adoptar los proyectos y políticas apropiados y que se aplique decididamente la selección a las especies «huérfanas» y a variedades y razas adecuadas para esas regiones. Algunos hablan de la revolución «doblemente verde» o «siempre verde» para referirse a esta renovación y revitalización profundas de la revolución verde con el fin de que se extendiera a regiones, poblaciones y especies vegetales y animales hasta ahora descuidadas.
Considerando estas formas diferentes de progreso agrícola y la experiencia de los últimos decenios, algunos economistas -muy influyentes en los últimos veinte años y que llevan al extremo el liberalismo optimista- creen que el aumento de productividad y el descenso de los precios agrícolas reales derivados de la liberalización del comercio y de la intensificación de la competencia internacional determinarán una abundancia de alimentos a bajo costo para la mayoría de la población del mundo. Creen también que la redistribución de los ingresos y la asistencia a los más pobres supondrá, a corto y medio plazo, la reducción del número de personas aquejadas por el hambre y en situación de extrema pobreza.
En una perspectiva a largo plazo, con una circulación de capital sin restricciones, el desarrollo de la industria y del sector de los servicios será suficiente para eliminar el desempleo y la pobreza masiva en todo el mundo y para producir una cierta convergencia del desarrollo humano en las diferentes regiones del planeta.
Sin embargo, la liberalización que se contempla se refiere únicamente al movimiento de mercancías, servicios y capital, pero no al libre desplazamiento de la masa de trabajadores poco cualificados excluidos del sector del campesinado en los países en desarrollo; tampoco comporta el acceso sin límites de los campesinos excluidos de la agricultura en el Sur a la tierra, infraestructuras, crédito y empleo del Norte.
Si bien es cierto que en el mundo actual prevalece el liberalismo optimista, muchos economistas consideran esta perspectiva como un espejismo inalcanzable. Aparte de las imperfecciones de los mercados reales (mayores economías de escala, monopolios, monopsonios, asimetría de información, costos de transacción), no se puede ignorar que en el lapso de sólo unos decenios, los mercados internacionales de alimentos han podido absorber vastas entidades económicas históricas nacionales y regionales, con importantes disparidades en cuanto al desarrollo y la productividad. En esas condiciones, los precios del mercado internacional de los productos agrícolas, que han caído a su nivel más bajo, han contribuido a hacerlos más accesibles a los consumidores, pero al mismo tiempo han llevado a un desarrollo interrumpido, al empobrecimiento y, por último, a la exclusión de capas importantes de los sectores campesinos más desfavorecidos del mundo.
En los últimos veinte años de movimiento libre de mercancías, servicios y capital, pero no de personas, el éxodo agrícola masivo ha excedido con creces la capacidad de acumulación de capital y de generación de empleo de la economía mundial, particularmente en los países del Sur, y al mismo tiempo se han ampliado las disparidades entre los países y dentro de ellos, así como la incidencia de la pobreza masiva23.
La experiencia de los últimos decenios pone también de manifiesto que la ayuda internacional, los proyectos de desarrollo y las políticas de redistribución de los ingresos no han conseguido erradicar la pobreza y el hambre, a pesar de sus aspectos positivos y de sus éxitos innegables. En particular, la asistencia dirigida a los grupos sociales vulnerables, que se ha acompañado de medidas de ajuste estructural y políticas de estabilización, ha quedado lejos de conseguir sus objetivos.
Por consiguiente, si en los inicios del siglo XXI continúa la liberalización del comercio de alimentos, mercancías y servicios, y de capital, sin el libre movimiento de personas y sin ofrecer los medios materiales y reglamentarios para que todo el mundo pueda gozar de los derechos económicos básicos, no cabe esperar sino que persistan la extrema pobreza y la subnutrición crónica en las zonas rurales durante mucho tiempo y que se perpetúen el éxodo agrícola, el desempleo y los bajos salarios en los países más pobres que tienen pocos recursos (o ninguno) aparte de la agricultura. Esto contribuirá a mantener muy bajos en esos países los precios de los bienes y servicios exportados, así como los ingresos privados y públicos, imposibilitando que puedan disponer de los recursos necesarios para proveer los servicios públicos mínimos exigidos para el desarrollo y una buena gestión pública.
A escala más general, la debilidad de la demanda efectiva de esos países, que conforman más de la mitad de la humanidad24, y su participación limitada en el comercio internacional continuarán obstaculizando el crecimiento de ese comercio y dificultarán gravemente el desarrollo de la economía mundial.
Una serie de medidas parecen esenciales para producir un volumen suficiente de alimentos accesibles para 10 000 ó 12 000 millones de personas y para satisfacer sus expectativas en lo que a la calidad del medio ambiente y de los productos se refiere. Hay argumentos poderosos para dar prioridad a los problemas de los agricultores pobres al abordar el desarrollo y la seguridad alimentaria. Rescatar de la exclusión y la pobreza a la mitad más indigente de la población campesina del mundo es un objetivo social y humanitario esencial en sí mismo, pero no es menos importante que esos campesinos puedan desempeñar un papel tangible en el objetivo de la triplicar la producción mundial de alimentos que deberá conseguirse en los próximos decenios. El primer elemento de un planteamiento basado en los agricultores más indigentes supone desarrollar su capacidad para producir alimentos, tanto en volumen como en calidad, para contribuir a mejorar su estado nutricional y como una forma directa e indirecta de crear empleo e ingresos para los grupos más pobres de la población. En la siguiente sección de este capítulo se analizan la importancia de estos objetivos y las medidas de política necesarias para conseguirlos.

NOTAS


3 El incremento neto total de 180 millones de hectáreas es el resultado del aumento registrado en los países en desarrollo y de una ligera reducción en los países desarrollados. Véase FAO, op. cit., nota

8 Estimada en el equivalente de kiogramos de cereales (cantidad de cereales con el mismo valor calórico que los alimentos totales objeto de consideración). La productividad se calcula del siguiente modo: superficie máxima cultivada por agricultor multiplicada por el rendimiento potencial por hectárea de buen suelo, a lo que se restan las semillas, las pérdidas y el cereal necesario para cubrir el costo de los insumos y la depreciación del material. En cada uno de los grandes sistemas, la superficie máxima por trabajador y el rendimiento máximo por hectárea varían entre las distintas regiones, lo que explica por qué varía también en cierta medida la productividad máxima.
9 Mazoyer y Roudart, op. cit., nota 2.
10 El empleo de fertilizante y los rendimientos son muy desiguales en estos dos países: son muy bajos en los Estados Unidos, donde los agricultores disponen de grandes extensiones de tierra, y más elevados en Francia, donde el tamaño de la unidad de producción es mucho más reducido.
En Francia, el empleo de fertilizantes minerales alcanzó la cota máxima a mediados del decenio de 1970 y comenzó a disminuir a partir de ese momento, aunque los rendimientos siguieron aumentando. En la actualidad, se tiende a utilizar los fertilizantes con mayor moderación (mediante un cálculo más ajustado de las necesidades y mediante el fraccionamiento del abono).

12 M. Mazoyer. 1999. Compte-rendu de l'atelier Agriculture, Ressources naturelles, Environnement. Colloque L'enseignement agricole, quels apports à la société? París, Academia Francesa de Agricultura.
13 Los 1 300 millones de personas que se dedican activamente a la agricultura en el mundo solamente utilizan 28 millones de tractores.
14 FAO. 1995. Necesidades y recursos: geografía de la agricultura y la alimentación. Roma.
15 FAO. 1996. Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Documentos técnicos de referencia; Unión Interparlamentaria. 1998. Inter-Parliamentary Union Conference - Attaining the World Food Summit's Objectives through a Sustainable Development Strategy, 26 de noviembre-2 de diciembre de 1998, FAO, Roma.
16 M. Mazoyer y L. Roudart. 1997. Evolución de las desigualdades rurales en el mundo y crisis de los sectores campesinos desfavorecidos. Reforma agraria, 1: 7-17. Roma, FAO; M. Mazoyer y L. Roudart. 1997. L'asphyxie des économies paysannes du sud. Le Monde diplomatique (octubre).
17 C. Serre-Duhem. 1995. Les transformations d'un système agraire au Congo: le plateau Kukuya. Instituto Nacional de Agronomía París-Grignon. (Tesis.)
18 L. Roudart. 1998. Origines et transformations récentes des systèmes hydroagricoles de la vallée du Nil en Egypte - Le rôle de l'État. Instituto Nacional de Agronomía París-Grignon. (Tesis.)
20 FAO. El estado mundial de la agricultura y la alimentación. Roma (varios años).
21 P. Collomb. 1995. Population mondiale: conférences internationales et paradoxes du discours démographique. Problèmes économiques, 2.421:
20-23.
22 FAO. 1995. Agricultura mundial: hacia el año 2010. Roma.
23 PNUD. Desarrollo humano: informe (varios años).
24 La población de los países de bajos ingresos con déficit de alimentos es de más de 3 600 millones de habitantes. Véase FAO (1999), op. cit.,
nota 1.



www.fao.org|dcrep|x4400s|x44000s10





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