RESULTADOS DE UNA REVOLUCION AGRICOLA SOSTENIBLE
Para que la revolución tecnológica tenga éxito, el Estudio encuentra que ésta deberá ocurrir en un plazo de tiempo corto dadas las crecientes presiones sobre la ecología. Para inducir el desarrollo y adaptación de nueva tecnología, el Estudio sostiene que los gobiernos deberán jugar un papel central, tanto a nivel nacional como a través de una mayor cooperación internacional.
Mantener el status quo no es opción; aun si paresemos los motores del crecimiento ahora, la degradación de los recursos naturales y la contaminación ambiental continuarían debido a los métodos de producción y hábitos de consumo existentes. Sin una mejora drástica en el desarrollo y difusión de tecnología ecológica, no será posible revertir la destrucción actual de la ecología y el medio ambiente y asegurar un nivel de vida decente para toda la humanidad, hoy y en el futuro.
La transformación a energía ecológica
Es urgente una transformación de fondo de las fuentes de energía a nivel global para prevenir una catástrofe planetaria. Es necesario acelerar la adopción de la tecnología ecológica existente y el desarrollo de nueva tecnología para mejorar la eficiencia en la producción y uso de energía esto a fin de hacer un uso más sostenible de los recursos naturales y minimizar la emisión de gases contaminantes. Actualmente 90 por ciento de la energía se produce con tecnología contaminante que utiliza combustible proveniente de fósiles, responsable del 60 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono. El Estudio señala que reducir el uso de energía y la emisión de gases de efecto invernadero, requiere cambios drásticos en los patrones de consumo, en los sistemas de transporte, en la construcción de vivienda e infraestructura y en los sistemas de agua y saneamiento.
PERSPECTIVAS
En lo que concierne a las perspectivas de futuro, lo primero que hay que 
plantearse es si con la puesta en valor de nuevas tierras de cultivo, la 
extensión de la revolución agrícola y el desarrollo de formas ambiental y 
económicamente sostenibles de agricultura con un gran valor añadido, tanto en 
los países desarrollados como en desarrollo, será posible técnicamente aumentar 
la producción mundial de alimentos para satisfacer las necesidades, en cantidad 
y calidad, de la población humana mucho más numerosa de los decenios futuros. 
La segunda cuestión es si estos acontecimientos que se producirán en la 
esfera de la agricultura tendrán lugar en unas condiciones económicas y sociales 
que permitan finalmente a los sectores de población más desfavorecidos acceder a 
alimentos suficientes. 
Tras un proceso de modernización que se prolonga desde hace 50 años, la 
producción agrícola mundial es más que suficiente para alimentar adecuadamente a 
6 000 millones de seres humanos. La producción de cereales por sí sola, que 
ascienden a unos 2 000 millones de toneladas o 330 kg por persona y año, y que 
representan 3 600 kcal por persona y día, podría cubrir ampliamente las 
necesidades energéticas de toda la población si estuviera bien 
distribuida
20. Sin embargo, la disponibilidad de cereales varía muy 
notablemente de unos a otros países: es de más de 600 kg por persona y año en 
los países desarrollados, donde se utiliza en su mayor parte como pienso, pero 
se reduce a menos de 200 kg por persona y año en los países más pobres. Además, 
dentro de cada país, el acceso a los alimentos o los medios para producirlos es 
muy desigual. Por ello, hay segmentos importantes de población que carecen en 
muchos países de los alimentos necesarios. Por otra parte, como ya se ha 
señalado, la mayor parte de los 830 millones de personas que sufren de 
subnutrición crónica pertenecen a la comunidad agrícola pobre.
Por consiguiente, el problema de la seguridad alimentaria mundial no es a 
corto plazo un problema técnico, ambiental o demográfico, sino ante todo un 
problema de carencia de medios de producción por los campesinos más pobres del 
mundo, que no pueden satisfacer sus necesidades de alimentos. Estriba también, 
por tanto, en la falta de poder adquisitivo de otros consumidores pobres de las 
zonas rurales y urbanas pobres, en tanto en cuanto la pobreza de los no 
agricultores es consecuencia también de la pobreza rural y de la emigración 
desde las zonas agrícolas. 
La transición demográfica (es decir, la disminución de la fecundidad y, por 
tanto, del crecimiento demográfico) que se inició hace largo tiempo en los 
países desarrollados y que está tomando cuerpo en los países en desarrollo, ha 
llevado a muchos demógrafos a predecir que la población mundial alcanzará unos 
10 000 millones de habitantes en 2050 y se estabilizará en torno a los 12 000 
millones en la segunda mitad del siglo XXI, esto es, el doble de la que existe 
en el año 2000. Los expertos consideran que habrá que triplicar la 
producción
21 para poder eliminar el hambre y la malnutrición y 
alimentar adecuadamente a una población que habrá duplicado su tamaño, más 
vigorosa y de mayor edad. 
Cabe preguntarse, pues, si las necesidades de la humanidad superan la 
capacidad de nuestro planeta desde el punto de vista de los recursos de tierras 
y aguas. En efecto, muchas regiones ya están totalmente explotadas y en algunos 
casos peligrosamente sobreexplotadas y degradadas (erosión, disminución de la 
fertilidad orgánica, contaminación, etc.).
Al mismo tiempo, hay muchas regiones con un importante potencial que no están 
explotadas o se encuentran infrautilizadas. Los datos de la FAO indican que no 
sería difícil ampliar notablemente la agricultura de secano y de regadío en 
varias regiones sin perjudicar al medio ambiente, especialmente mediante una 
utilización adecuada de la tierra
22. 
Además, la revolución agrícola actual todavía puede producir altos 
rendimientos en muchas regiones, aunque desde luego es necesario corregir sus 
excesos. Se puede extender a nuevas tierras en los países en desarrollo y puede 
incluso poner en cultivo tierra abandonada en los países desarrollados (terrenos 
montañosos y pedregosos) a condición de que se diversifiquen y adapten sus 
recursos biológicos y mecánicos. También la revolución verde en su forma clásica 
puede conseguir todavía progresos importantes en lo que respecta a los 
rendimientos y la superficie en regiones donde ya se ha desarrollado. 
Se podría iniciar una segunda revolución verde en todas las regiones 
olvidadas hasta ahora, incluso las más desfavorecidas, siempre que se lleve a 
cabo un estudio pormenorizado de los sistemas agrícolas, las experiencias, los 
activos, las limitaciones y las necesidades de los agricultores de esas regiones 
de escasos recursos, que sirva como base para adoptar los proyectos y políticas 
apropiados y que se aplique decididamente la selección a las especies 
«huérfanas» y a variedades y razas adecuadas para esas regiones. Algunos hablan 
de la revolución «doblemente verde» o «siempre verde» para referirse a esta 
renovación y revitalización profundas de la revolución verde con el fin de que 
se extendiera a regiones, poblaciones y especies vegetales y animales hasta 
ahora descuidadas.
Considerando estas formas diferentes de progreso agrícola y la experiencia de 
los últimos decenios, algunos economistas -muy influyentes en los últimos veinte 
años y que llevan al extremo el liberalismo optimista- creen que el aumento de 
productividad y el descenso de los precios agrícolas reales derivados de la 
liberalización del comercio y de la intensificación de la competencia 
internacional determinarán una abundancia de alimentos a bajo costo para la 
mayoría de la población del mundo. Creen también que la redistribución de los 
ingresos y la asistencia a los más pobres supondrá, a corto y medio plazo, la 
reducción del número de personas aquejadas por el hambre y en situación de 
extrema pobreza. 
En una perspectiva a largo plazo, con una circulación de capital sin 
restricciones, el desarrollo de la industria y del sector de los servicios será 
suficiente para eliminar el desempleo y la pobreza masiva en todo el mundo y 
para producir una cierta convergencia del desarrollo humano en las diferentes 
regiones del planeta. 
Sin embargo, la liberalización que se contempla se refiere únicamente al 
movimiento de mercancías, servicios y capital, pero no al libre desplazamiento 
de la masa de trabajadores poco cualificados excluidos del sector del 
campesinado en los países en desarrollo; tampoco comporta el acceso sin límites 
de los campesinos excluidos de la agricultura en el Sur a la tierra, 
infraestructuras, crédito y empleo del Norte. 
Si bien es cierto que en el mundo actual prevalece el liberalismo optimista, 
muchos economistas consideran esta perspectiva como un espejismo inalcanzable. 
Aparte de las imperfecciones de los mercados reales (mayores economías de 
escala, monopolios, monopsonios, asimetría de información, costos de 
transacción), no se puede ignorar que en el lapso de sólo unos decenios, los 
mercados internacionales de alimentos han podido absorber vastas entidades 
económicas históricas nacionales y regionales, con importantes disparidades en 
cuanto al desarrollo y la productividad. En esas condiciones, los precios del 
mercado internacional de los productos agrícolas, que han caído a su nivel más 
bajo, han contribuido a hacerlos más accesibles a los consumidores, pero al 
mismo tiempo han llevado a un desarrollo interrumpido, al empobrecimiento y, por 
último, a la exclusión de capas importantes de los sectores campesinos más 
desfavorecidos del mundo. 
En los últimos veinte años de movimiento libre de mercancías, servicios y 
capital, pero no de personas, el éxodo agrícola masivo ha excedido con creces la 
capacidad de acumulación de capital y de generación de empleo de la economía 
mundial, particularmente en los países del Sur, y al mismo tiempo se han 
ampliado las disparidades entre los países y dentro de ellos, así como la 
incidencia de la pobreza masiva
23.
La experiencia de los últimos decenios pone también de manifiesto que la 
ayuda internacional, los proyectos de desarrollo y las políticas de 
redistribución de los ingresos no han conseguido erradicar la pobreza y el 
hambre, a pesar de sus aspectos positivos y de sus éxitos innegables. En 
particular, la asistencia dirigida a los grupos sociales vulnerables, que se ha 
acompañado de medidas de ajuste estructural y políticas de estabilización, ha 
quedado lejos de conseguir sus objetivos. 
Por consiguiente, si en los inicios del siglo XXI continúa la liberalización 
del comercio de alimentos, mercancías y servicios, y de capital, sin el libre 
movimiento de personas y sin ofrecer los medios materiales y reglamentarios para 
que todo el mundo pueda gozar de los derechos económicos básicos, no cabe 
esperar sino que persistan la extrema pobreza y la subnutrición crónica en las 
zonas rurales durante mucho tiempo y que se perpetúen el éxodo agrícola, el 
desempleo y los bajos salarios en los países más pobres que tienen pocos 
recursos (o ninguno) aparte de la agricultura. Esto contribuirá a mantener muy 
bajos en esos países los precios de los bienes y servicios exportados, así como 
los ingresos privados y públicos, imposibilitando que puedan disponer de los 
recursos necesarios para proveer los servicios públicos mínimos exigidos para el 
desarrollo y una buena gestión pública. 
A escala más general, la debilidad de la demanda efectiva de esos países, que 
conforman más de la mitad de la humanidad
24, y su participación 
limitada en el comercio internacional continuarán obstaculizando el crecimiento 
de ese comercio y dificultarán gravemente el desarrollo de la economía mundial. 
Una serie de medidas parecen esenciales para producir un volumen suficiente 
de alimentos accesibles para 10 000 ó 12 000 millones de personas y para 
satisfacer sus expectativas en lo que a la calidad del medio ambiente y de los 
productos se refiere. Hay argumentos poderosos para dar prioridad a los 
problemas de los agricultores pobres al abordar el desarrollo y la seguridad 
alimentaria. Rescatar de la exclusión y la pobreza a la mitad más indigente de 
la población campesina del mundo es un objetivo social y humanitario esencial en 
sí mismo, pero no es menos importante que esos campesinos puedan desempeñar un 
papel tangible en el objetivo de la triplicar la producción mundial de alimentos 
que deberá conseguirse en los próximos decenios. El primer elemento de un 
planteamiento basado en los agricultores más indigentes supone desarrollar su 
capacidad para producir alimentos, tanto en volumen como en calidad, para 
contribuir a mejorar su estado nutricional y como una forma directa e indirecta 
de crear empleo e ingresos para los grupos más pobres de la población. En la 
siguiente sección de este capítulo se analizan la importancia de estos objetivos 
y las medidas de política necesarias para conseguirlos.
NOTAS
3 El incremento neto total de 180 millones de hectáreas es el 
resultado del aumento registrado en los países en desarrollo y de una ligera 
reducción en los países desarrollados. Véase FAO, op. cit., nota 
8 Estimada en el equivalente de kiogramos de cereales (cantidad de 
cereales con el mismo valor calórico que los alimentos totales objeto de 
consideración). La productividad se calcula del siguiente modo: superficie 
máxima cultivada por agricultor multiplicada por el rendimiento potencial por 
hectárea de buen suelo, a lo que se restan las semillas, las pérdidas y el 
cereal necesario para cubrir el costo de los insumos y la depreciación del 
material. En cada uno de los grandes sistemas, la superficie máxima por 
trabajador y el rendimiento máximo por hectárea varían entre las distintas 
regiones, lo que explica por qué varía también en cierta medida la productividad 
máxima.
9 Mazoyer y Roudart, op. cit., nota 2.
10 El empleo de fertilizante y los rendimientos son muy desiguales 
en estos dos países: son muy bajos en los Estados Unidos, donde los agricultores 
disponen de grandes extensiones de tierra, y más elevados en Francia, donde el 
tamaño de la unidad de producción es mucho más reducido. 
En Francia, el 
empleo de fertilizantes minerales alcanzó la cota máxima a mediados del decenio 
de 1970 y comenzó a disminuir a partir de ese momento, aunque los rendimientos 
siguieron aumentando. En la actualidad, se tiende a utilizar los fertilizantes 
con mayor moderación (mediante un cálculo más ajustado de las necesidades y 
mediante el fraccionamiento del abono).
12 M. Mazoyer. 1999. Compte-rendu de l'atelier Agriculture, 
Ressources naturelles, Environnement. Colloque L'enseignement agricole, quels 
apports à la société? París, Academia Francesa de Agricultura.
13 Los 1 300 millones de personas que se dedican activamente a la 
agricultura en el mundo solamente utilizan 28 millones de tractores.
14 FAO. 1995. Necesidades y recursos: geografía de la 
agricultura y la alimentación. Roma.
15 FAO. 1996. Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Documentos 
técnicos de referencia; Unión Interparlamentaria. 1998. Inter-Parliamentary 
Union Conference - Attaining the World Food Summit's Objectives through a 
Sustainable Development Strategy, 26 de noviembre-2 de diciembre de 1998, FAO, 
Roma.
16 M. Mazoyer y L. Roudart. 1997. Evolución de las desigualdades 
rurales en el mundo y crisis de los sectores campesinos desfavorecidos. 
Reforma agraria, 1: 7-17. Roma, FAO; M. Mazoyer y L. Roudart. 1997. 
L'asphyxie des économies paysannes du sud. Le Monde diplomatique 
(octubre).
17 C. Serre-Duhem. 1995. Les transformations d'un système agraire 
au Congo: le plateau Kukuya. Instituto Nacional de Agronomía París-Grignon. 
(Tesis.)
18 L. Roudart. 1998. Origines et transformations récentes des 
systèmes hydroagricoles de la vallée du Nil en Egypte - Le rôle de l'État. 
Instituto Nacional de Agronomía París-Grignon. (Tesis.)
20 FAO. El estado mundial de la agricultura y la alimentación. 
Roma (varios años).
21 P. Collomb. 1995. Population mondiale: conférences 
internationales et paradoxes du discours démographique. Problèmes 
économiques, 2.421: 
20-23.
22 FAO. 1995. Agricultura mundial: hacia el año 2010. 
Roma.
23 PNUD. Desarrollo humano: informe (varios años).
24 La población de los países de bajos ingresos con déficit de 
alimentos es de más de 3 600 millones de habitantes. Véase FAO (1999), op. 
cit., 
nota 1.
www.fao.org|dcrep|x4400s|x44000s10