miércoles, 28 de marzo de 2012

UNA MIRADA AL CAMPO

HISTORIA DEL CAMPO


 Colombia situado en plena zona tropi­cal, sin el complejo sistema de montañas andinas que lo atravie­san de sur a norte, el territorio colombiano tendría un clima cálido y altamente húmedo, muy semejante al de la actual selva amazónica o al de algunos países tropicales africanos como el Congo. Las tres grandes cordilleras en que se dividen los Andes sur americanos al cruzar la frontera de Colombia y el Ecuador, modifican la climatología colombiana creando una gama muy variada de climas de altura, cálidos en los valles y cuencas hidrográfi­cas, suaves en las laderas cordilleras medias, fríos y apropia­dos para el desarrollo, de la vida humana en las altas mesetas como la Sabana de Bogotá, donde se encuentra el epicentro de su desarrollo histórico y la actual capital de la nación. Fragoso, áspero, doblado y enfermo, son los adjetivos usados para caracterizar el territorio de lo que será el Nuevo Reino de Granada.
La comunicación y el transporte a través de esta barroca geográfica, ha sido el mayor obstáculo para el desarrollo colombiano, sobre todo, si se tienen en cuenta dos factores: el débil y lento desarrollo demográfico del país durante el período colonial y todavía en el siglo XIX, y el hecho de que su poblamiento, por circunstancias muy particulares de su historia, se hizo a partir del interior andino del territorio, asiento de su más densa población indígena y de sus más desarrolladas culturas, como la chibcha, lo que significaba mano de obra para la explotación de los nuevos territorios, donde además estaban ubicadas sus mejores tierras agrícolas.sólo empezaron a superarse en la segunda mitad del siglo XIX con el establecimiento de la navegación a vapor por el río Magdalena y el todavía incipiente desarrollo de los ferrocarriles, ha tenido para el desarrollo económico de Colombia numerosos efectos nega­tivos, entre los cuales deben destacarse dos: el alto costo de sus productos, sea de los destinados a los mercados externos o a los internos y a la lentitud conque se ha formado un mercado nacional. La agricultura en particular fue afectada directamente por el descenso de la pobla­ción indígena. Ya desde fines del siglo XVI, la escasez de brazos era un problema para las haciendas, aun en las zonas en que la población aborigen fue menos rápidamente diezmada, como fueron las tierras de Cundinamarca y Boyacá. Hacendados y mine­ros vivieron en disputa por el control de la limitada mano de obra indígena, grandes propie­tarios de la Costa Atlántica, del Cauca y del Valle del Cauca, pudieron disponer de recursos para trabajar sus haciendas de ganado y caña con mano de obra esclava. La tecnología agrícola, escasamente sobrepasaba los niveles de la agricultura indígena prehispánica y los de la Edad Media española.

  muchas unidades campesinas son más viviendas de trabajadores que verda­deras bases productivas y que la tierra ha adquirido una gran movilidad, particularmente durante la década de los ochenta, cuando enormes capitales forjados en el narcotráfico presionaron los valores rurales hacia arriba. Al mismo tiempo, sin embargo, la economía campesina ha retenido su importancia y aún se repro­duce en las áreas de frontera, en algunas ocasiones valorizada por los cultivos de marihuana y coca

La frontera agrícola, sin embargo, les es disputada por comerciantes devenidos en latifundistas, lo cual, sumado a la ausencia de los servicios del Estado, contribuye a que la pobla­ción colonizadora constituya la base social más importante del movimiento guerrillero colombiano. Tales regiones se convirtie­ron en los ochenta en escenario propicio de acción de agrupacio­nes paramilitares, frecuentemente financiadas por narcotrafican­tes y apoyadas por latifundistas locales. Es allí, desde el Magdalena medio, el Caquetá y el Putumayo hasta los llanos y las regiones del Urabá, donde se concentran los conflictos más vio­lentos que arrastra a sus poblaciones a condiciones fáciles de muerte e infernales de existencia






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